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sábado, 7 de abril de 2018

La casa en que vivimos, notas. / Anselmo Di Testarutto, Apotegma / Guarida musical, Richard Bona





La casa en que vivimos es un retrato de la casa del alma. Y en ese retrato no se recoge ostentación o pobreza material. Es, primeramente, un fresco del aliento.
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(lacl, 06 de abril, 2018)

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(04/04/2015)

Ayer, un señor al que no conozco, amigo de amigos, escribió sobre la publicación de un largo fragmento de Gurdjieff (Encuentro con hombres notables) que subiera yo, que “no pudo leer ese texto, demasiada saliva…” Y yo lo primero que pensé fue: ¿y cuál es la necesidad del divulgar un comentario tan baladí y huero de sentido?

Esto me dio pie para reflexionar lo siguiente. Expresiones y salidas como la referida no son más que el producto de soberbias engrandecidas, tal como se han multiplicado en nuestro terruño. Es gesto típico del venezolano de hoy: hartarse de vana y vacía grandilocuencia para sojuzgar aquello para lo que ni siquiera ha tenido la curiosa disposición de ánimo necesario y poder, así, hablar con algo de criterio. Me refiero a esa curiosa disposición de ánimo que tanto extrañaba Ortega y Gasset, entre los hijos de su patria, en sus “Estudios sobre el amor”. Hay una vital curiosidad que nadie debe permitir que se le duerma ni, mucho menos, que otros se la aletarguen.

El nuestro es un país poblado de seres omniscientes deambulando con la vital curiosidad muerta y enterrada. Nulidades que andan, de aquí para allá, derrochando su presumida inopia de ego inflado.

Por ejemplo, van a la casa de Fulano -a quien no conocen-, pero se saben autorizados (dada la  suprema soberbia que todos los dioses -por supuesto- les aplauden), para dictaminar que quien o quienes en esa casa viven son unos papanatas.

Son omniscientes perdonavidas, todo lo saben sobre todas las cosas, pero jamás han prestado oídos ni a Voltaire. Y todo lo  enjuician con el escupitajo que lanzan desde las alturas de su empantanado ego.

De allí que ni siquiera vaya yo a perder mi tiempo en responder directamente a sandeces como la aludida. Simplemente, no entra más a mi casa.

Mi padre siempre decía que no todo mundo tiene el derecho de sentarse en nuestra cocina. Y yo comparto plenamente ese juicio.
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(lacl, 4 de Abril,  2015.)



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Mucha gente de hoy afianza su creencia
en ese disturbio del discurrir ajeno
que es el pensamiento humano.
Y los pensamientos surgen en serie,
como si fueran producidos
por una máquina que nos implantaron
en un cofre que llamamos cerebro.
Pero las imágenes genéticamente diáfanas
son las que germinan y emergen del alma.
Todo es dictado.

(lacl, 4 am, 26 - 01 - 11)



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De las notas de Don Anselmo Di Testarutto.



Qué patéticos son los artistas y escritores que no logran respirar a sosiego cuando no se les masturba de continuo el ego. No quiero nada con sus lienzos ni sus letras, pobres inadvertidos, pústulas a punto de reventar. Son tan ignaros y tan ajenos al Eros, que terminan siendo incapaces de advertir que todo pujo por masturbar el huero emplumamiento del yo es como intentar hacerle el amor a una careta. Cuán lejos andan de la piel, filtro del alma.

Anselmo di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turin, 1935.


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GUARIDA MUSICAL / Richard Bona.


Reproduzco parte de lo escrito cuando divulgara en mi página personal de Facebook, en ocasión de compartir la grata e iluminadora conversación con Richard Bona, el tercero de los videos aquí incluidos…
lacl
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Me disculpan si lanzo este guijarro a sus ventanas, pero es que me parece maravilloso este diálogo. La primera vez que escuchamos a Bona fue como músico acompañante del ensamble que montara Harry Belafonte para su concierto en la universidad de Nueva York. Eso fue en 1997. Nuestras mandíbulas se cayeron de su sitio al escuchar este concierto y al descubrir a Bona. Gracias a mi hijo Sebastián por mostrarnos esta hermosa e ilustrativa conversa …
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I apologize if I throw this pebble to your windows, but I think this dialogue is wonderful. The first time we heard Bona was as a musician accompanying the ensemble that Harry Belafonte assembled for his concert at the University of New York. That was in 1997. Our jaws fell out of place when listening to this concert and discovering Bona. Thanks to my son Sebastian for showing us this beautiful and illustrative conversation ...



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Harry Belafonte introduces Richard Bona, New York University, 1997.











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