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martes, 22 de agosto de 2017

LA PRESENCIA. José Antonio Ramos Sucre, El cielo de esmalte.




Uno de esos poemas en los que, no tan veladamente, se cumple el vaticinio o premisa de Robert Graves, aquel que reza que todo poema debe su ser al insuflo rumoroso de la Diosa Blanca. Robert Graves afirmó siempre en sus ensayos que no hay poema fidedigno que nos esté cantado en cumplido de la Diosa Lunar. Va más allá, sugiere que es ella quien lo dicta.
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LA PRESENCIA. José Antonio Ramos Sucre, El cielo de esmalte.


La imagen de las torres se dibujaba en el mar. Unos pájaros tenues las rodeaban con su vuelo metódico. No podían sostenerse en sus pies elementales, falsos.

Los rayos caían al azar y con frecuencia desde el cielo vacío. Yo esforzaba el pensamiento y no descubría su origen imposible. Las torres y un ciprés lacio permanecían indemnes.

Yo había despertado de un sueño inmóvil y de sus visiones fatídicas, originarias de la luna. La vista del ciprés me encaminó a un sepulcro inédito.

Isolda había desaparecido de la tierra y descansaba allí mismo de su pasión agónica. Yo quise hablar y mis palabras volaron por el aire, convertidas espontáneamente en gemidos.

LA PRESENCIA. José Antonio Ramos Sucre, El cielo de esmalte.


LA DIOSA BLANCA  -  THE WHITE GODDESS


https://www.youtube.com/watch?v=3GxCJnPPl_A

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