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lunes, 31 de octubre de 2016

El hombre se empeña en no ser hombre... Colecta de glosas, notas, lanzadas al aire, al desgaire o al vuelo.




GOYA Duelo a garrotazos de Goya, fotografiado por J. Laurent (detalle)

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Colecta de glosas, notas, lanzadas al aire, al desgaire o al vuelo. 

El hombre se empeña en no ser hombre... Prefiere renunciar a su derecho de vivir como ser indiviso y, al mismo tiempo, colectivo, integrado al todo, a lo que le trasciende. Renuncia a su libertad interior y entrega su destino a una fatalidad que sólo puede ser interpretada por las regiones más sombrías del alma humana. Quienes están siempre dispuestos a tomar la batuta para ejercer “la autoridad” o enrostrarse algún poder, tienen -por fuerza- que lidiar con su propia sombra. Y si no logran vencerla por completo, por lo menos deben tener presente, en cada momento de sus vidas, el engaño que ella les tiende en el camino. De otro modo, son y serán siempre arrastrados al abismo. E intentarán llevarse a todo el mundo junto a ellos. Es una enfermedad y como tal debe ser tratada, a conciencia de que se la padece.

26 de octubre de 2016

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Tengo unos 15 años viendo salir a un entusiasta y combativo pueblo a las calles para protestar ante la asfixia propuesta desde los cenáculos de un poder temporal que (en su locura) pretende ser eterno. A ese pueblo reiteradamente no lo han movido los liderazgos, lo ha movido su fuero interior. Y muchas veces he salido entre las muchedumbres, gozoso de sentirme parte del todo, un todo jovial que se sabe uno. Pero en muchas otras ocasiones me he abstenido de hacerlo. Es muy arduo de explicar, pero ha sido en las ocasiones en que siento y presiento que están jugando con nuestro replicado y anónimo fuero interior, como si los ciudadanos fuéramos simples piezas sobre un tablero de ajedrez. 

26 de octubre de 2016

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En los días pasados le he dicho a mucha gente en las calles esta suerte de “tesis”. Y es mucha la gente que ha coincidido en la apreciación de que quienes salimos y hemos salido, una y otra vez, a mostrar nuestras caras y demostrar nuestro desacuerdo, somos los individuos, muy por encima del llamado de los líderes políticos. Una enorme cantidad de líderes políticos de la hora entre quienes dicen aspirar a instaurar, apuntalar e irradiar la democracia, no parecen haber comprendido que es menester bajar la cerviz para servir al pueblo.
Cada vez pienso más seriamente en la imperiosa necesidad de que todo gobierno cuente con un consejo de probos ancianos (aunque medir la probidad no sea cosa fácil). Un gobierno que cuente con un consejo de 64 ancianos, por ejemplo, a los que su senectud no les haya agriado el carácter sino que, al contrario, se cuenten entre los que llegan felices a las canas, para que, gozosos de poder pensar en las cosas buenas que pueden dejar a los retoños, se dediquen a apuntalar las leyes y normas para un buen vivir en comunidad. ¿Será utopía? Acaso lo sea. Pero me resisto a pensar que no hay derroteros para acabar con los afanes de ejercer el poder autoritariamente, ambición que acaso sea más probable de ver en un púber o un hombre joven que en el Senex.

27 de octubre de 2016

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Me sumo a las opiniones de la doctora Blanca Mármol de León...
¡ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE!
¡¡¡No hay otra!!! Eso es más importante que el referendo revocatorio.
Caso contrario, no habrá sendero posible para tener derecho a una tierra de gracia en la que, como dijera alguna vez Pompeyo Márquez, cabemos todos.
El referendo revocatorio es inmediatez. Y no me opongo a ello. Estoy de acuerdo, en lo inmediato, de la necesidad de su aplicación.
Pero el referendo revocatorio debería ir amarrado, en las propuestas, a la perentoria necesidad de volver a pasar, una vez más, por el riesgoso mas inevitable trance de una reordenación del estado y la constitución.
Nuestra constitución actual es letra muerta; nació muerta porque eso añoraban quienes la propulsaron tras las boinas, las charreteras y las promesas, y quisieron que naciera muerta para poder luego hacerle el amor a su cadáver.
Es necesario asegurarnos de que la palabra y la acción se alleguen a una letra fundamental. Y, claro, lo más arduo es que toda letra fundamental, toda palabra y toda obra se sustenten, francamente, en el tan denigrado y desnaturalizado humano sentir, así como en el añejo sentido común.
Es obra de largo aliento y hay que recomenzar desde cero. Y palabras y ejemplos como los de Don Simón Rodríguez deben volver a las aulas del corazón.
Reforma que no tome en cuenta la educación sentimental y espiritual y no exclusivamente intelectual (y, menos aún, tecnocrática) de las próximas generaciones, será otra vez, como el ciudadano mismo, pasto dócil para el paso triunfante de renovadas generaciones de Atilas.

26 de octubre de 2016

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Simón Rodríguez en traje de etiqueta. (Museo de la Academia Militar de Quito) Pintado hacia 1850.




Miranda en La Carraca, Arturo Michelena, 1896.

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