Los
pensamientos infantiles, anotación matutina.
Los
pensamientos infantiles, aquella suerte de estampida de imágenes y visiones de
realidad cósmica para las que el niño no encuentra medios expresivos, son
sumamente poderosos, pues se originan o nacen, por así decir, en el seno de un
ser desprejuiciado.
Un pensamiento infantil profundo (hay niños que pueden pensar -y aquí pensar es ver más allá- con mucho más alcance y profundidad de lo que lo pueden hacer 100 personas adultas que ya hayan pasado por lo que podríamos catalogar como su proceso de desconexión con el cosmos) puede avizorar una verdad ulterior, una verdad que luce o da la impresión de ser algo oculto para el resto del mundo. Pero la realidad es que esa visión de una verdad ulterior es una experiencia o fenómeno de algo que no está oculto, sino que está muy presente, vibrando a nuestro alrededor.
La percepción de que no somos parte del cosmos, por ejemplo, sino entes individualizados que nada tienen que ver con el afuera o con sus prójimos o que en nada se relacionan con el entorno de la creación, no es más que una ilusión que se sucede en el seno del espíritu humano, tal ilusión deviene de un bloqueo; un cerco que van construyendo en el niño, desde afuera, seres que ya fueron bloqueados. Y todo niño, un ser dotado con el don para el ver más allá de la fachada de las cosas, pasa por el trance de ser sometido a esa violenta castración. Es un acto de violencia, aunque pueda argüirse que se origina en un miedo incomprensible, un miedo a lo abismal.
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lacl 19 de Octubre, 2013
Un pensamiento infantil profundo (hay niños que pueden pensar -y aquí pensar es ver más allá- con mucho más alcance y profundidad de lo que lo pueden hacer 100 personas adultas que ya hayan pasado por lo que podríamos catalogar como su proceso de desconexión con el cosmos) puede avizorar una verdad ulterior, una verdad que luce o da la impresión de ser algo oculto para el resto del mundo. Pero la realidad es que esa visión de una verdad ulterior es una experiencia o fenómeno de algo que no está oculto, sino que está muy presente, vibrando a nuestro alrededor.
La percepción de que no somos parte del cosmos, por ejemplo, sino entes individualizados que nada tienen que ver con el afuera o con sus prójimos o que en nada se relacionan con el entorno de la creación, no es más que una ilusión que se sucede en el seno del espíritu humano, tal ilusión deviene de un bloqueo; un cerco que van construyendo en el niño, desde afuera, seres que ya fueron bloqueados. Y todo niño, un ser dotado con el don para el ver más allá de la fachada de las cosas, pasa por el trance de ser sometido a esa violenta castración. Es un acto de violencia, aunque pueda argüirse que se origina en un miedo incomprensible, un miedo a lo abismal.
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lacl 19 de Octubre, 2013
Debussy: "La Mer" / Boulez