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martes, 22 de julio de 2014

Guarida de los poetas - Ramos Sucre, una carta a su hermano, Octubre de 1929



Caracas, 25 de octubre de 1929

Señor Lorenzo Ramos Sucre,
agente del Banco de Venezuela
Maracay

Fiel Lorenzo:

Empiezo por decirte que Federico está pensionado por el Estado Sucre y que él no se aplica a los estudios. Es un hombre de sociedad y nada vulgar. Un joven tan alegre no habría surgido jamás en el presidio de casa. Observa la diferencia. Luisa puede ser hostil con los extraños, pero no desespera a sus hijos y lo ves en los casamientos de sus hijos. Por otra parte, la presencia bonancible de Ramón neutraliza la melancolía y severidad que pueda haber en Luisa. Yo no creo en severidad, mal humor, irascibilidad; yo no señalo sino crueldad y vulgaridad.

Tú sabes que la escasa resistencia que ofrezco a las enfermedades no viene sino de un sistema nervioso destruido por los infinitos desagrados, discusiones, maldiciones, desesperaciones y estrangulaciones que me afligieron.

Carúpano fue un encierro. El padre Ramos ignoraba por completo el miramiento que se debe a un niño. Incurría en una severidad estúpida por causas baladíes. De allí el ningún afecto que siento por él. Yo pasaba días y días sin salir a la calle y me asaltaban entonces accesos de desesperación y permanecía horas llorando y riendo al mismo tiempo. Yo odio a las personas encargadas de criarme. No acudí a papá por miedo. El P. Ramos era una eminencia y yo no era nadie, sino un niño mal humorado. La humanidad bestial no veía que el mal humor venía de la desesperación del encierro y de no tener a quién acudir. Yo temía a papá, quien era atento con Trinita y no conmigo. Ya ves cómo se vino elaborando mi desgracia. Suponte que yo era regañado por el Padre Ramos y regañado por la plasta de mierda de Martínez Mata porque retozaba con los niños de mi edad, a los once años, en la plaza de Santa Rosa. Es decir, yo era regañado por un acto impuesto por la pedagogía anglosajona hace tres siglos y defendido celosamente por la policía anglosajona. Habla con personas que conozcan a Inglaterra y los Estados Unidos.

Al salir de ese presidio de Carúpano, circuito del infierno dantesco, pude salir a la calle, pero la tiranía era más severa aunque de nueva forma. Incurría en el enojo de Rita Sucre por actos de falta de atención o de fatiga de la atención y estas escenas eran tremendas y duraban meses. No podía aplacarla a pesar de mi docilidad nativa. Yo me creía obligado a dar el ejemplo de la honestidad y sólo conseguí ser un hipócrita, un mentiroso.

Creo en la potencia de mi facultad lírica. Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores.

Tú supondrás si con tales antecedentes puedo yo resistir una infección imperecedera como la amibiasis. El desequilibrio de mis nervios es un horror y sólo el miedo me ha detenido en el umbral del suicidio. Uno no hace lo que quiere sino lo que le permiten las circunstancias de herencia, educación, salud o enfermedad corporal, etc. Nuestros actos son involuntarios y hasta irreflexivos.

Ahora, yo observo que yo era más vivo que mis contemporáneos y que ellos sólo me superaban en tener hogar sedante y tolerante. Yo he sido querido, admirado, compadecido por bellísimas mujeres. Naturalmente, no he abusado de su bondad. María del Rosario Arias habló conmigo una sola vez, antes de venirme para Caracas y me recordaba afectuosamente por ese único motivo. Se asombró de mi humanidad y amenidad al conocerme.

Yo no recuerdo a José Antonio Yépez. Salúdalo con mucha cordialidad en mi nombre. Dolores Emilia está muy satisfecha de ti y de tu gente.

Los juicios acerca de mis dos libros han sido muy superficiales. No es fácil escribir un buen juicio sobre dos libros tan acendrados o refinados. Se requieren en el crítico los conocimientos que yo atesoré en el antro de mis dolores. Y todo el mundo no ha tenido una vida tan excepcional. Solamente Leopardi, el poeta de la amargura. Alguien ha apuntado ya mi semejanza con el lírico y filósofo italiano. Lírico es el que habla de sus propias emociones.

Antier estuvo por aquí la importante Gladys, mi sobrina perfecta. Creo que no se fue descontenta.

Conserva tu salud y compra una casa en Caracas.

Te abraza tu hermano,
J. A. R. S.

Lorenzo


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