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sábado, 21 de septiembre de 2013

“No es tiempo para prólogos”, diría Julio Cortázar.



Yo no tengo fe en los estatismos. Sean de izquierdas o de derechas (que hay muchos tipos de zurdas y diestras, al contrario de lo que predican quienes alegan tener mano ungida por gracia humana o divina). Me parece garrafal error, debido a que la equidad no se decreta, la equidad se practica, es más, se ejerce, y se ejerce de corazón. Y, desdichadamente, mucho de lo que se acomete por obligación, aunque sea sustentado en la esperanza de producir un bien para las mayorías, termina dejando, tras de sí, un derrotero plagado de injusticias. 

A estas alturas de su historia, el hombre no ha superado esa extraña condición que le incita a vivir aherrojado a sus apetitos Así que cuando se dictan, por mandato, asuntos tales como la estatización de todo lo que concierne a la vida de una colectividad, siempre surgen los desmanes de unos en perjuicio de otros.

Ese es, a mi modesto parecer, uno de los errores políticos, desliz grave, en el que incurrieron el Presidente Allende y sus compañeros de causa: querer imponer la paridad a la fuerza, cuando una muy buena parte del colectivo no estaba ni siquiera preparada para confiarse en el prójimo. Si no estaba preparada para ello, menos podría estarlo para recibir cambios en el orden social y económico de manera inducida, determinada desde arriba, tal como lo prescribió su gobierno. 

Pero, por supuesto, ello no justifica en modo alguno, la forma carnicera en que se condujeron los perros de la guerra, tras su patada a la mesa, asesinando y torturando a mansalva, muy bien aupados por el dios Mammón desde los pulcros y lejanos palacios de Mr Rockefeller, a quien -por cierto- Pinochet indemnizó con la modesta suma de 250 millones de dólares, un par de años después de aposentarse en la ensangrentada poltrona del poder, al apiadarse de ese señor, quien andaba por la vida acongojado, inconsolable, tras la pérdida de “sus” minas de cobre en la república chilena.

Lo triste o, más correctamente, lo detestable al final de todo fue, es y será el tributo que debió pagar en vidas el indiviso ser humano, el hombre de a pie, la inocencia vestida de piel: secuestros, torturas, asesinatos, recetados cual dieta de cada jornal.

Y es en la memoria de ese indiviso ser humano, de esa inocencia vestida de piel que hoy reproducimos una glosa de Laura Ortega, quien se hace portavoz de un suceso que puede pasar desapercibido, en medio de ese maremágnum de noticias que emiten –segundo  a segundo- los medios, y que el mundo, en apariencia, devora como si se tratara de un gigantesco W. C.

Se trata de la reciente edición de un libro de poemas escritos durante la clandestinidad originada tras el golpe de estado perpetrado por Pinochet y su larga lista de secuaces. Lleva un prólogo de Julio Cortázar, quien bien nos advierte que “no es tiempo para prólogos”. Pero también nos advierte que "...Nada de esto se perderá. La libertad no es un sueño..."

Esperemos ver ese libro algún día por nuestros lares.

Salud!
lacl

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Laura Ortega
30 de agosto

En Febrero de este año se publicó en Chile un pequeño y extraordinario libro titulado La libertad no es un sueño: Recopilación de poesía chilena de la resistencia. La obra cuenta con un prólogo de Cortázar, amigo del escritor que compiló las poesías en la clandestinidad.

El libro es una antología de poemas de chilenos –reconocidos y anónimos- escritos durante la dictadura de Augusto Pinochet. Entre los escritores conocidos están Gonzalo Rojas, Ariel Dorfman, Antonio Skármeta y Jorge Teillier. Lo más fascinante de este compendio es que, junto con los poemas de estos reconocidos autores, coexisten textos clandestinos de autores anónimos escritos desde los campos de concentración.

“En el año´73 Raúl Silva-Cáceres, un crítico y poeta chileno, era agregado cultural en París. Después del golpe de Pinochet, Silva-Cáceres compiló estos poemas para publicarlos en Europa porque no se podían publicar en Chile, pero nunca logró hacerlo”, le contó Alexis Vega Bueno -uno de los creadores de Signo Editorial que publicó la antología- a Revista Ñ en la última edición de la Feria del Libro.

Pero Silva-Cáceres nunca se deshizo de los textos y le envió una cajita con todos los poemas a su amigo, el escritor Edgardo Mardones. Vega Bueno, compañero de ajedrez de Mardones, junto al autor Jorge Calvo, decidió poner manos a la obra y publicar finalmente el libro.

La antología titulada por Julio Cortázar -amigo de Raúl Silva-Cáceres- contiene además un prólogo original del autor de “Rayuela”.

El documental del mismo nombre que la antología, La libertad no es un Sueño (que se puede ver en YouTube), narra la extraordinaria historia de este libro y describe en profundidad sus contenidos.

Para cerrar esta nota citamos el prólogo de Cortázar completo:

“El tiempo de Chile –tiempo que rebasa sus fronteras, realidad que nos envuelve con sus incansables látigos amargos- no es un tiempo para prólogos; por esto estas líneas no buscan serlo y si a algo aspiran es para formar parte de un libro que se quiere activo, inmediato, suma de combate contra el horror y el envilecimiento. Los poetas conocidos o anónimos, que llenan estas páginas, no necesitan otra presentación que sus poemas, que se dan como pedazos de un país desgarrado, coágulos de un interminable, multitudinario testimonio de vida frente a la muerte cotidiana, de libertad frente a las alambradas fascistas, tendidas de un extremo a otro de ese Chile, nacido para el viento, para el galope de sus caballos, para la alegría de las canciones y las danzas. Una vez más, en la dura historia del hombre, la poesía parece como la espuma de las alas, rompe contra la barbarie e invade con sus densos sumos los corazones cansados, las venas exangües. Un pueblo más que, nunca habitado

por la esperanza, encuentra en estos poemas la voz y la cifra y la clave de hoy y del mañana; del fondo de las cárceles clandestinamente mucho de lo que aquí es prueba de una libertad indomable, del fracaso del horror contra la vida. Estos poemas tienen la simple y clara autenticidad que el pueblo sabe infundir a su protesta y a su combate. Yo los veo como esas humildes arpilleras bordadas por las mujeres chilenas y en las que la tragedia de madres, hijas y esposas brota desde pedazos de trapos, hilos de colores, paisajes inocentes, y al pie de frases como: “Sergio Reyes y Modesto Espinoza ¿Adónde los tienen?” O la visión nocturna de una aldea con muchos buscando en los tachos de basura un poco de comida, un pueblo vejado que se niega a agachar para siempre la cabeza, libro de imágenes los cantos y las músicas de la resistencia, libro de imágenes esta
antología de poemas saliendo de Chile por las vías de la noche, para que compañeros lejanos los aprendan y los impriman y los difundan en el mundo.


Nada de esto se perderá. La libertad no es un sueño: el día en que irrumpa en plena calle, lo hará con la fuerza y la belleza que le dan estos poemas, el sonido de las canciones y el color de las arpilleras. Nada de todo esto se perderá; ya está presente en el futuro de su pueblo.”

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