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sábado, 4 de diciembre de 2010

Márgenes de Bogotá














Márgenes de Bogotá

El viernes 19 de Noviembre nos tocó el honor de acompañar a los poetas Yuichi Mashimo, Germán Villamizar y Gonzalo Márquez Cristo, en una lectura de textos ante estudiantes y profesores de la Universidad Pedagógica de Bogotá; un evento más dentro de los organizados en el marco del Primer Festival de Literatura de Bogotá, encuentro que debemos al tesonero impulso que le insufla un conjunto de jóvenes que apuestan por la desacralización de la cultura, agrupados en torno a la Revista Fahrenheit 451 (fundación sin fines de lucro que tutela Javier Osuna), quienes aunaron esfuerzos con la Fundación Cultural Gilberto Alzate Avendaño, adscrita a la Alcaldía de Bogotá, contando con el apoyo de BibloRed y de varias universidades colombianas.

Si bien es cierto que a lo largo y ancho del orbe se organizan, año tras año, multitud de eventos culturales cuyo centro es copado por la palabra, como las ferias del libro, los simposios literarios, los festivales poéticos, en algunas ocasiones (acaso demasiadas) parecen olvidarse de un actor principalísimo de la función: el sencillo ser humano que carece de los medios para acceder a la cultura, ése que suele ser el más atento, permeable y sensitivo de los escuchas cuando la creación de la palabra le es asequible. En ese anónimo oyente confluyen legiones de jóvenes (y no tan jóvenes) abrumados y hastiados por la farsa de mundo o simulacro de cultura que se representa en las urbes por auspicio de los crematísticos centros de poder; pero en ese ser anónimo también se alista una ingente multitud de desposeídos que se aferran a los márgenes de la codiciada asfixia de las ciudades, servida en pesadilla, como si se tratara del más exquisito de los manjares. En ellos vibra un habla plena de sensitiva vitalidad, con todas las privaciones que la escasez les ha otorgado. Y los bienes de la cultura, tales como las artes y la poesía, no deberían nunca ser cultivados como perlas preciosas destinadas al pavoneo de una suntuaria ostentación. Yo he visto cómo cierta clase petulante “del espíritu” pronuncia la sentencia de que “no hay que arrojar perlas a los cochinos”, y ello me lleva a promulgar con Hölderlin, no sin cierta amarga resignación, que lo que de mejor hay en el hombre queda oculto como perlas en el fondo del mar.

He querido puntualizar esta circunstancia, tan sólo por señalar la ubicua tesitura de espíritu que anima a ese grupo de personas que se ha lanzado en pos de la Arcadia que palpita en la utopía de un mundo en el que prive la democracia de lo sensible. Menuda tarea, de cara al obscurantismo tecnológico que, indesmayablemente, intentan mantener y custodiar las clases gobernantes en todas las latitudes del orbe, independientemente del barniz ideológico que les vista. Cenáculos que inveteradamente dan la espalda al obrar en pro del bien común.

El hecho de haber logrado sumar a tantas disímiles entidades a su propuesta, hace más loable su esfuerzo, pues es –como dijimos- una promesa que apuesta a la desmitificación del hecho cultural.

Nos tocó leer algunos textos ante un público joven -en su mayoría, estudiantes de ciencias de la biología y de la medicina- y nos dio un enorme gusto constatar su franca curiosidad, su inquisición ante el hecho estético y la experiencia creativa como fuentes de socorro o, al menos, como caminos divergentes para una humanidad en quiebra.

No conocía yo las poéticas de Germán Villamizar, pletórica ésta de una magia aluvional que irriga el aire al escucharle, ni la de Yuichi Mashimo, cargada de una sutil ironía que no rompe con la respiración de su ancestral Japón, a expensas de escribir en español todos sus poemas. Y no les conocía, hago mea culpa, a pesar de estar todos editados en el mismo sello colombiano de Común Presencia Editores, otra empresa de utopía que hace posible un lugar… Me parece que Gonzalo, conspirador de las letras que apuntan a un develamiento y uno de los responsables de esa bella experiencia que es Común Presencia, sirvió de arácnido silencioso tejedor de redes, para que pudiéramos estar allí todos reunidos… Del único que ya conocía su poesía es, claro está, de Gonzalo, una de las voces más prístinas y espontáneamente lúdicas de la poesía colombiana.

Al final de la lectura, Javier quiso que el público intercambiara algunas ideas o extendiera algunas preguntas, si las había, un poco a la tremenda, un poco contra el deseo de algunos de quienes allí leímos nuestros textos. El habla puede ser mágica siendo sencilla; a veces, se topa uno con una diáfana poesía en el más llano decir, pero también puede traer a equívocos, a digresiones intelectuales, a un malentendido. Lo cierto es que a ello puede atribuirse cierta reticencia a hablar en público que, en ocasiones, muestran algunos escritores. ¿Un contrasentido? ¿Que quien cultiva la palabra no quiere hacer uso de ella? No se trata de eso. Es por amor a las palabras que se guarda silencio o se mantienen ellas en recelo. Hay que tejer finamente y no siempre se dispone del tiempo y el sosiego necesarios para hilar un discurso acorde al sentir. Pero debo acotar que fue una conversación muy cálida y personal la que se suscitó entre todos los allí reunidos.

Y con la aquiescencia de algún hipotético lector quiero consignar, a continuación, algunos poemas de Yuichi, Germán y Gonzalo, amén de alguno de mis atentados al verbo. De Germán sólo tengo lo que pude bajar de la página web de Común Presencia Editores, pues el libro del que leyó algunos textos se encuentra agotado.

Salud!

Germán Villamizar

Poeta, traductor y ensayista. Nació en San Jacinto del Cauca, departamento de Bolívar, Colombia. Ha publicado textos y poemas en revistas y periódicos culturales de América Latina. En la actualidad es profesor de literatura en la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Autor de Silencio de la Huella, 2003.


DESEMBOCAR al otro lado de la sombra
es imposible;
sobreponer otro hilo al tejido, demasiado;
amarrar un sol a otro sol
en el agua y la arena
prisioneras del cristal
desdibuja el ayer que no recuerdo.
En el borde del mar y los espejos
sueña el antiguo caracol
los lentos finales que repite sin estorbos.



BRUSCAS redes circundan el espejo
en olas de ilímites adioses.
Un adiós en cada sol que parpadea,
un adiós desperdigado en cada adiós
que se niega a quedarse en nuestras sombras.
Adiós de asombros y de vértigos,
adiós de un puerto, de niños y canicas bajo el cielo,
de la mujer que intuye
la soledad de la noche sobre el cuerpo, presagio
del espejo o del reflejo de otro adiós y otras noches
ahítas de carne y de fastidio.
Un adiós que no se agota
recorre el rudo temblor de tantas manos.



NO SON imposibles el tejido y la sombra.
El ayer, patio de sueños,
semeja
caracoles o espirales
incansables que se alejan
en la imagen del otro
fragmentado en gránulos de arena.



ESTE HOLLÍN de cuerpo que se estira
esta feria de carne que adelgaza la mañana
este frío pegajoso de la piel entre los árboles
esta ola de espuma rezumante en muchas manos
este aire de huesos que atenaza las narices
esta fiebre de espirales y metales
esta sombra y estos pasos
esta espera y estos pasos
esta furia y estos pasos
que atormentan nuestros pasos
en la noche que gira sin cansarse
y enciende en el vientre los recodos
funden un ridículo compás de grito y hombre.
Y en esta espera de metales dislocados
en esta árida gruta de espirales
en esta feria de rojos ademanes
sin huellas sin recodos sin caminos,
no sé por qué guardo entre los pasos
la absurda esperanza de encontrarme.


Tomados de Silencio de la Huella, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, libro ilustrado con obra de Manolo Colmenares


Yuichi Mashimo

Nació en la ciudad de Takasaki, prefectura de Gumma en Japón. Magister en Literatura Latinoamericana de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Es investigador de poesía hispanoamericana. Ha publicado ensayos en japonés sobre Neruda, Borges y Paz, entre otros, en los medios académicos de su país. Su primer poemario Casa Tiempo (2000) apareció en la colección Creación Literaria de la Universidad Javeriana con prólogo de Javier González Luna. Actualmente se dedica a la docencia en la Universidad de Komazawa, Tokio.


PRELUDIO

Vuelve la música.
Es el otoño.
Vuelve la vida
por este irse de las cosas.

¿Por qué las montañas entonan su llanto,
por qué la luna me mira sonrojada,
a qué se debe este equilibrio de la noche,
si soy el mismo?

El que llega en medio de tantas idas
ya ha amanecido.

A UN POETA

Pienso que mi vida se demora
sobre la eternidad mientras las cosas
me miran sencillas y sigilosas
con una sorda mirada que da la hora.

Tiempo en el que las rosas son hermosas
como la flor invisible que adora
el poeta ciego en su nuca. Las dora
esa hoguera de llamas penumbrosas.

Pétalos nocturnos que me queman,
lo que arde mudo sumerge en las sombras,
de peso espeso, el símbolo que nombras.

Quedan los días muertos que reclaman
una voz insondable con la misma
tonada. La noche en noche se abisma.

CUERPO

Cruel pretexto
que con su textura aduce,
se cierra y se abre infernal.
Nudo entre hastío y tedio.
Cuando el mundo se quede sin él,
tendremos sólo la fórmula insulsa de amar.
Amar aun en el Paraíso.

REZO

Camino
sobre una inmensa superficie de agua
con pasos cautelosos.

Camino
sin dejar estelas
sin provocar ondulaciones.

Camino
tratando de no avanzar
y procurando no permanecer.

Camino
concentrado en mi peso mínimo
para no inventar suficiencia.

Temo nacer.

¿ABANDONAMOS ESTAS DULCES TIERRAS?

Un vacio arrogante
se ha apoderado de mí.
Ocupa mi ser
con su inmaterialidad.
Luego contradice incesante,
todo lo corroe,
surca ranuras,
mil ojos que riegan esta región solitaria.
Sabemos otra vez con toda naturalidad
que hasta la iluminación de nuestra poca sustancia
es producto
de la necia esperanza del hombre.

Tomados de Casa Tiempo II, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, libro ilustrado con obra de Manuel Hernández


Gonzalo Márquez Cristo

Nació en Bogotá, Colombia, en 1963. Ha publicado dos ediciones del poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro, 1988 - Hojas Sueltas, 1990); la novela Ritual de títeres (Tiempos Modernos, 1992); El Tempestario y otros relatos (Común Presencia Editores, 1998); La palabra liberada (Colección Los Conjurados, 2001), la antología Liberación del origen (Universidad Nacional de Colombia, 2003) y Oscuro Nacimiento (2005, Mención concurso nacional José Manuel Arango). En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia, de la cual es su director. Es creador y coordinador de la colección de literatura Los Conjurados. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007), con su trabajo "La Pregunta del Origen". Su obra ha sido comentada por importantes poetas y pensadores de nuestro tiempo como: E.M. Cioran, Roberto Juarroz, José Ángel Valente, Fernand Verhesen, António Ramos Rosa, Alfredo Silva Estrada, Claude Fell, Roger Munier, Eugenio Montejo, Jorge Rodríguez Padrón, Olga Orozco...




DESCENSO A LA LUZ

La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.

Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.

Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.

Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.

Ya no busco, pierdo...

Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.

No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.

Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa su ruda caída en el día.

Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento.

Cada origen decretará la abolición del yo.

Es entonces cuando la respiración será verde.

Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema.

Tú lo sabes, cuerpo estremecido:

No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.


RESTITUCIONES

Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.

Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.

Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio...

No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.

La culpa que no te deja partir es el amor.

Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...

El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...

Sé que el camino terminará por encontrarme.

Como todo lo que se hace visible para morir.


GÉNESIS

Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregamos al vacío.

Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del agua. El silencio jamás volverá a separarnos.

Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego.

Emprendemos el numinoso sobresalto. Vivimos la voracidad de los hallazgos y el juego espectral del deseo.

El único fruto del árbol al que no podemos renunciar es a su sombra. Sufrimos la persecución de la primavera –y fue allí donde la palabra se hizo verde.

Lo que más dura es el instante, lo que más oculta es la luz.

Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer.

Tomados de Oscuro nacimiento, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados. Prólogo de Marco Antonio Campos, ilustrado con obra de Fernando Maldonado.



OFICIO DE OLVIDO

Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su soledad.

Un niño escondido en un armario intenta morir.

Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café.

Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se estremece.

En el viento hay un mensaje que no comprenderemos.

Tu sombra se rebela.

Nos preparamos para huir de todo lo que amamos.

Quien no parta será olvidado.

El viento dialoga con el fuego.

Espero mi voz.

Viajar también es lo contrario a la muerte.

Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos.

Nos amaremos en otros rostros.

Nadie se oculta en la memoria.

¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres?

Tomados de La palabra liberada, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, libro prologado por Eugenio Montejo e ilustrado con obra de Angel Loochkartt.


Luis Alejandro Contreras

De mi persona prefiero no dar mayores señas porque no haré más que cometer un exabrupto. Tan sólo agrego algunos datos bibliográficos: Voces Nuevas, Antología de Talleres Literarios del Celarg 1998-1999, Caracas, 2000. Contracorrientes - Sentencias en Incertidumbre, BID&CO Editores, Caracas, 2006. Cuadernario, Común Presencia editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007. Ocasional colaborador de algunas revistas y periódicos digitales, tales como, Con-Fabulación, Letralia, Cañasanta, el desaparecido elmeollo, entre algunas otras.


Nota: Quise abrir mi lectura con un texto que no es precisamente un poema, sino un arrimo al ser y hacer poéticos. No puedo evitarlo…


Ante todo debo decir que no me considero un poeta, al menos, no a la moderna usanza que circunscribe al poeta (o a la figura del poeta) dentro del ámbito de lo estrictamente literario. Todo lo foráneo palpita, de algún modo, en nosotros. Afuera todo un mundo nos requiere y nosotros marchamos a su son. Un poeta no es, primero, un literato o no es, primero, un ser literario. Un poeta ama las letras, ama las palabras, tanto como ama la estampa de cualquier viso de la realidad, por nimio que sea, pero no forzosamente ama la literatura a la manera en que se aman los cegados credos. En todo poeta se enuncia una dicción, pero es una dicción que va más allá de las palabras. Ellas, a su pesar, tienen que conformarse con el papel de ser vehículo de esa dicción y aquellos que rinden culto a la poesía han de conformarse con volver, una y otra vez, al concurso de aquellas, para expresar el alto y bajo relieve de la realidad, la palpable extrañeza de las cosas y seres que nos rodean, tan posibles -en su existencia- como la presencia misma de las palabras, que comienzan siendo un misterio y terminan siendo un misterio. Creo que la frase la escribió Ungaretti: un poeta es un hombre que lo siente todo. Siempre acude a mi memoria tan sencillo planteamiento, implica una revolución del pulso; también recuerdo siempre otra frase, ésta de Julio Ortega, durante una charla que se realizó en Caracas por el año 1990: “…todo poeta ha de tener poesía inédita…”, a lo que añadió: “…hay que desconfiar de los poetas que no tienen o guardan poesía inédita en un cajón o alguna gaveta de su casa…”. Qué jardín de sutilezas sugiere esta proposición.

Tomado de Contracorrientes – Sentencias en incertidumbre, BID & CO Editor, Colección Manoa.

…..



H

Hay una fragancia de funéreos crisantemos,
de vida añeja y desgastada
de mi infancia, lo sé,
que no ha de volver.

En días tempranos fue dulce y almizclada huella
y, a un tiempo mismo,
repelente y seductor perfume,
como si se tratara de un criptograma de sentidos
apostado en el centro de un silencio
o acallada heredad tatuada en la médula
de una pregunta no abierta al mundo en pleno.

Interrogante fue,
enunciada por un alma predecesora,
quizás humilde mano del pasado,
cuyo único anhelo hubiere sido el heredarnos
una secreta interpelación
en las arcanas emanaciones
que brotaban de los armarios y las cómodas,
de las enmohecidas bisagras
o de cualquier insospechado recoveco
al reverso de las puertas
-reverso del mirar-
o de la más impensada esquina de una cama.

Absurdo efluvio fue floreando
en las peinetas de la abuela,
en las cartillas y estampas de rezos de la madre,
en espejos de mano en plata tan desgastada
como la ya vaga dicción
que nos devolvían sus precarias imágenes

Y extracto de presunciones fue,
vapor de almas,
tuétano de visionarias manifestaciones,
resplandor de sobrecogimientos,
todo ello despuntando en el idilio clandestino
de las agujas amorosas
que se refocilaban en sus ovillos de hilos,
al íntimo solaz de indolentes gavetas
o baúles adormecidos

Cada rincón de ese cosmos que daba hálito a la casa,
cada una de las incontestables formas
que le habitaban,
pulsaba una consumación,
símil de ese ayuntamiento de aromas
y brillos florecientes
que fluía como un manantial en los estuches
de fieltro o piel
que, alguna vez, sirvieron de matriz a una infidencia
o, acaso, a un no declarado amor…

Y deslumbre de atisbos fue
en cada una de las exiguas apariencias
que hacían vida en el misterio arrobador
de los bálsamos predicadores
de un cielo sin costados.

Hay una esencia de funéreos crisantemos,
a cosa preterida e incuestionablemente deslustrada
de mi infancia que, lo sé,
no ha de volver.

C

Cuando los caballeros

de la muerte rozan
el techo de la luna
y un sórdido misterio
se apocilga en sus caderas,
viaja en nuestras venas
un vago dar sitio
a las preguntas
y somos, de pronto,
el golpe de un botón de rosa
sobre la sien
de una mujer de arena


Tomados de Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, libro ilustrado con obra de Lina Mejía.


Azul vastedad

Hacia la noche
millares de habitaciones son azules,
con nerviosos fogonazos
de violetas y naranjas

¿ Quién podría ser lírico
en un escenario como éste?
¿ Nos consolaría el asociarlas con los destellos
de las luciérnagas o las estrellas ?
Sabemos que no es así

Hacia la noche millares de habitaciones
son primorosamente azules
porque o aborrecemos o tememos a la noche,
la inmaculada exuberancia
de su insondable azul, azul sin fin

Hemos reinventado la noche,
reinterpretándola, reinstaurándola a nuestro capricho,
la hemos colmado del efectismo de nuestros miopes,
diurnos argumentos,
obviando su inquietante docilidad

Yo estoy solo, absolutamente solo;
y salgo por las calles a contemplar la azul soledad de los cuartos
donde se olvida la azul soledad de la noche

Un pistolero solitario mata a dieciséis niños y a su maestra
Luego se suicida

Las noches son áridamente azules

Un meteorito atraviesa el deportivo último modelo
de una ejecutiva newyorkina, incrustándose humeante
en el pavimento de la quinta avenida

Las noches son sedentariamente azules

Un poeta marginal publica sus obsesiones
entre los avisos clasificados de un diario comercial

Mas siguen siendo azules
(con enervantes fogonazos
de naranjas y violetas,
pero inapelablemente azules)

Salgo por las calles
y no tengo nada que ofrecer
Estoy vacío como un cuenco abandonado
en una cueva clausurada hace dos mil años
Seco, macerado, romo

Son azules

Lascivia fue un camino,
mas hastían las vaginas frígidas,
vaginas sin mujer,
vaginas con frenillos

Machos sin música
entre cánticos sin falo
en un cóctel de falos sin hogar

Y son azules

Soy un cuenco errante,
un reloj sin segundero,
un toro herido embistiendo el aire
entre risitas de fuego

Pero siguen siendo azules

Mas ¿ qué importancia tiene ?
También la guerra ha sido y es un camino
como lo son y han sido
la usura, la envidia, la inclemencia
los mecanismos de tortura,
los proselitismos,
la aristocracia quiromántica
las verbenas de impotencia,
los báculos sin hiedra,
el culto de las imprecaciones

Entre la azul soledad de los dormitorios
bajo la azul vastedad de la noche


(Publicado en Voces Nuevas 1998-1999, Celarg; forma parte del libro Toma luz, toda la noche ©, Luis Alejandro Contreras, inédito)


Mientas dure

A Juan Sánchez Peláez


¿Por qué no soy yo el hijo de un Sioux que, de cuclillas,
soporta impávido las inclemencias del sol
en medio de la aridez de una tierra olvidada,
al margen de una estación de trenes,
o por qué no soy el Yanomami que duerme
sobre un trozo de cartón a la entrada de un centro comercial,
mientras su concubina ofrece sus collares?

¿Por qué no estoy talando árboles obedientemente
o desarmando carros entre refunfuños?

¿Por cuál capricho del destino se dictaminó
que yo no calzara los zapatos
de un inmigrante italiano que vende
la salvación de puerta en puerta?

¿Y quién me legó, además, este arte histriónico
que me permite fingir, ser uno más de la fila?

¿Quién decidió que esté rodando siempre sin meta,
sin querer jamás vestir la camiseta del líder?

¿Quién ha estado girando la rueda de la fortuna?

¿Qué golpe del azar concluyó
que yo no fuera un ángel
o una vieja de sexo desdentado que vende revistas obscenas,
o una breve Ave del Paraíso,
o un pequeño facineroso de la calle?

¿Quién, como un Atlas, está haciendo el gasto
por sostener las murallas de este
inmenso laberinto pavloviano?

¿Y por qué no puede estar la Pavlova bailando
sobre la almohada de mi pecho?

Al menos, tengo la luna.

Estoy vivo y, a veces, tengo la luna.

Que así sea mientras dure.


(Publicado en Voces Nuevas 1998-1999, Celarg; forma parte del libro Mientras dure ©, Luis Alejandro Contreras, inédito)

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